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miércoles, 2 de mayo de 2018

SECCIÓN HOY RECUPERO. QUEEN OF ROCK

Queen of Rock.
—Me llamo Anna Mae Bullock y nací en Nutbush, Tenessee, en el año 1939. Mi familia cultivaba algodón, recogía algodón, dormía y vivía por y para el algodón. Y yo lo odiaba: el sol picándome la piel, los labios agrietados, las manos arañadas, las hileras interminables de la plantación, y las extenuantes jornadas recolectando las malditas borras blancas. Acres pateados durante catorce horas diarias para conseguir la materia prima más limpia, a mano. En medio de todo, cantaba con la furia de una guerrera, gritaba a la tierra fértil y al cielo, a ratos, incluso aullaba. Así fue como comenzó todo: desde el fondo y con la rabia por bandera. Una mañana llené una maleta diminuta y subí a un carromato que circulaba por la antigua autopista 19. Había pensado tanto en ello que cuando me marché  no sentí el más mínimo remordimiento. Me hice una promesa: nunca más volvería a pisar esos campos pasara lo que pasara.
»Mi primer destino fue San Luis. Allí no tardé en matricularme en el Summer High School y comencé a cantar en pequeñas cafeterías y clubes nocturnos, de esos en los que de vez en cuando un negro le da un botellazo en la cabeza a otro. Lugares donde se gestaban leyendas urbanas como aquella que explicaba cómo a uno le habían cortado el pescuezo mientras meaba. ¿Sabes de qué hablo?
Moví la cabeza y seguí apuntando todo.
—Trabajar de noche en los clubes era peligroso, y sobre todo si vendían alcohol después del cierre, que era en la mayoría de los casos, intentaba que me escoltara a casa algún compañero de la banda. De San Luis no recuerdo mucho más que el ambiente nocturno. Cuando llegué era una ciudad en expansión, con rascacielos y gente viviendo en eso que llamaban manzanas de pisos. Muy ortogonal en cuanto a planeamiento urbanístico, muy evidente para pasear y situarse. Pero sobre todo, con unas maravillosas puestas de sol. Eso sí que lo recuerdo de una forma muy especial.
»Sucedieron muchas cosas en aquellos primeros años: contratos como cantante, compositora, bailarina y actriz. En general, espectáculos de poca monta, lo justo para empezar. Fue precisamente en el Club Imperial donde conocí a mi futuro marido Ike, con el que empecé a cantar a los dieciocho años en nuestro propio dúo. Éramos tan jóvenes y teníamos tanta vitalidad que no era extraño que actuáramos todos los días a cambio de un alojamiento lo suficientemente digno. Cuestión de ilusión y de amor, porque en aquellos días nos amábamos de lo lindo; podíamos pasarnos todo el tiempo debajo de las sábanas, sin comer, abandonándonos  locamente… En fin —gesto resignado—. Ike era muy temperamental y, sobre todo, mucho más decidido que yo, y eso ya era mucho decir. En el año 1960 presentamos nuestro primer sencillo, A fool in love, que fue un éxito de ventas en el mercado estadounidense y europeo. A partir de ahí, todo parecía sonreírnos. Éramos jóvenes y ganábamos mucho “money”. —Se ríe y ladea la cabeza atusándose el pelo.  Entonces coge una fotografía en blanco y negro con la mano derecha—.  Guapos, lo que se dice guapos, no éramos, pero lo compensábamos con nuestra puesta en escena  y el espectáculo rítmico de nuestras actuaciones. Nadie que nos conociera en aquella época podría decir lo contrario. ¿Sabías que en los primeros conciertos la gente estaba sentada?
—No, no tenía ni idea.
—Pues sí, pero cuando empezamos nosotros, no podían reprimirse y terminaban sobre las sillas de madera gritando, saltando, sudando, y algunos, los del fondo, incluso metiéndose mano. Madre mía, ¡qué tiempos!
»Un poco más tarde compusimos temas mucho más rockeros como Come TogetherHonky Tonk Woman y I Want to Take You Higher. En general, el público no estaba acostumbrado a nuestros directos. Eran orgásmicos, incluso obscenos (según algunos medios conservadores y algo reprimidos). Yo sí creo, y viéndolo ahora con cierta perspectiva, que traspasaban la barrera del erotismo. Tuvimos muchas críticas en esa sociedad todavía un poco inhibida pero en rápida progresión —afortunadamente para mí—. Perdía totalmente el control cuando me subía a un escenario. Era una cuestión de sinergias y ahora no sabría decir quién arrastraba a quién. Ike estaba rebosante de testosterona en aquellos años y durante un viaje a Tijuana (México) en el año 1962, me pidió matrimonio y acepté. Con él tuve dos hijos: Michael y Craig. Y no recuerdo que fuera ni buena ni mala madre. Lo fui en la medida que la vida me enseñó. No podría ponerme buena nota, pero puede que ellos no piensen igual. Tal vez esa pregunta deberían contestarla ellos. ¿No te parece?
Yo afirmo con la cabeza. Llegado a este punto, Tina se sirve un poco de agua en uno de los vasos de cristal de la mesita de fumador, bebe y contesta una llamada de teléfono, para lo cual sale de la sala y se excusa. Al cabo de tres minutos vuelve y continuamos con su biografía.
—¿Por dónde íbamos? —se pregunta—. Ah, sí… En 1971, tras hacer una nueva versión de Proud Mary —¡qué temazo, chico!—, canción originalmente grabada por la banda Creedence Clearwater Revival, ganamos un “Premio Grammy” premio Grammy a la Mejor interpretación de un dúo o grupo de R&B.  Recuerdo la emoción cuando lo recogimos y las palabras nerviosas de una voz que nunca me había temblado. Pero después, sin saber muy bien por qué, las cosas se estancaron. Trabajé en algunas películas e incluso intenté una primera escapada en solitario con mi álbum de debut titulado Tina Turns the Country On en 1974. Intentando recuperar la popularidad también acepté interpretar el papel de la Reina del Ácido  en la película Tommy. Gracias a las críticas derivadas de esta película, mi segundo álbum como solista se tituló  Acid Queen y vio la luz en 1975. No fue mal. Pero, quizás, fue un detonante para Ike: los celos y las drogas le habían ido devorando por dentro. A veces me espetaba: ¡eh, tú, seguro que ya andas por ahí con algún tío que te pellizca los pezones y te saca la minga para que se la chupes!
»Inconfundible… A las malas era un ser cruel y machista. Yo quería que se muriese, lo deseé muchas veces por su propio bien, pero Dios nunca me hizo caso… Habíamos quemado tantas mechas juntos que poco a poco nos estábamos destruyendo. No podía ser de otra manera, todo estalló y nos fuimos a la mierda, eso sí, cada uno por su lado. Fue en el verano de 1976. Casi no hablábamos; sólo una serie de gruñidos en respuesta a mis discretos intentos. Ike fue protagonista de un escándalo público cuando me golpeó y eso derivó en nuestra ruptura y separación legal. Lo cierto es que no era la primera vez, pero hacerlo tan en público y por todo lo alto fue la última. Respecto a nuestras carreras, suspendimos todos los conciertos que estaban previstos para los siguientes meses y, después, yo me lancé al vacío más sola que nunca sobre el escenario, pero a la vez muy arropada por un público fiel. Así que comencé mi carrera en solitario de verdad, no sé si corriendo en dirección a algo o huyendo de algo. Nunca lo tuve muy claro. Pero seguir cantando era mi única opción.
»Luego me dio un poco de nostalgia por mi tierra natal y compuse  —ahora no tengo claro si antes o después del incidente mediático de Ike— Nutbush City Limits (Los Límites de Nutbush), que versionaría de nuevo también en 1991. Una canción —para mí— de las más importantes de mi vida. Quizás fue a raíz de aquello, un poco antes o después, tampoco lo recuerdo muy bien, cuando alguien decidió renombrar la autopista 19 comoAutopista Tina Turner en mi honor.
»Repasar una vida en una sola tarde es complejo. Soy consciente de que me olvidaré de cosas importantes que después tú tendrás que reordenar tirando de otras entrevistas, libros y películas, pero vamos, que tienes material suficiente para este pequeño curriculum que quieres presentar a tus compañeros de Ediciona; merecerá la pena el intento, ya verás. Pero realmente no me has contado algo vital: ¿en qué consiste tu proyecto?
Y ahora el entrevistador se ruboriza y es entrevistado ni más ni menos que por Tina Turner… En fin, veamos.
—Ediciona es un proyecto donde se dan cita dos disciplinas: la literatura y la ilustración. Cada dos meses, y a votación de los interesados en participar en la convocatoria, se propone un tema y se realiza el trabajo de la escritura. Trascurridas tres semanas se somete a corrección de puntuación, estilo, forma, etc., y finalmente el ilustrador —en función de la extensión del relato— decide si incorporar una o dos ilustraciones. Después, con todo montado, se cuelga en red para que la gente vea los trabajos y juzgue si merecen la pena o no. Lo cierto es que hay mucha ilusión detrás.
—Mucha ilusión y pocos medios.  Eso me suena… ¿Y os pagan?
—No, por el momento todo se hace por amor al arte. Pero es cuestión de tiempo, todo se andará. Tina, perdona que te tutee, pero, si no te importa, es vital para mí terminar esta entrevista para presentar mi trabajo en plazo y forma.
—No te preocupes, disfruta con todo lo que hagas.
—Sí, pero… es que estamos a 28 de febrero  y no he terminado, y estoy fuera de plazo.
—Bueno, ¿y qué más quieres que te cuente?
—Pues lo más grande que te ha pasado nunca como cantante.
Durante cinco segundos Tina se queda mirando el suelo y retira una pelusa de su botín acharolado. Entonces recuerda:
—¡Sí!, vale. Una cosa para mí muy emocionante. En el año 1990 —lo veo como si fuera ahora mismo y se me ponen los pelos de punta— la imagen del estadio de Maracaná en Río de Janerio con más de 180 000 personas. Creo que superé algún record Guiness, ¡qué más da eso ahora! ¡Qué estupidez!
—No, no fue ninguna estupidez —apunto—, fue glorioso.
—Lo mejor de las actuaciones es el vértigo de poner el pie derecho en el escenario y avanzar hacia el centro para mirar a tu público y sentir su calor. Eso es electrizante. Mira, ¿ves? —Y estira el brazo para que pueda observar su piel de gallina.

—Bueno, si te parece, ya para ir rematando añadiré también que has vendido más de 200 millones de álbumes.Durante 2008 y 2009 abandonaste tu semi retiro para recorrer el mundo con tu gira Tina!: 50th Anniversary Tour, que se convirtió en uno de los más rentables de la historia del espectáculo.
—Efectivamente.
—Tus composiciones, grabaciones e interpretaciones te han hecho acreedora de diversos galardones y reconocimientos, entre ellos nueve  “Premios Grammy” premios Grammy. Tu nombre se halla en el  Paseo de la Fama de Hollywood. Fuiste nombrada por la revista Rolling Stone como «una de las más grandes intérpretes de todos los tiempos», y te colocaron en el puesto número 17, superando a músicos como Michael Jackson y Prince, entre muchos otros.
—¿Sí? Eso no lo sabía. Vaya, gracias por el dato, pero sé que Michael y Prince son grandes entre los grandes. Lo cierto es que sí quiero añadir algo ya para finalizar. Sólo espero que me recuerden por mis energéticas actuaciones en vivo, mis estrafalarios atuendos, la fuerza de mi voz y mi trayectoria musical. Y por encima de todas las cosas, quiero que me escuchen cantar con la misma furia con la que lo hacía con tan sólo quince años en los ya lejanos campos de algodón. —Y mirándome muy fijamente a los ojos añade—: No importa de dónde vienes, chico, sino a dónde quieres ir.
Y hasta aquí. Se levanta, se quita el micrófono, la petaca, los lanza sobre el sofá y me pregunta:
—¿Nos tomamos una cola Royal Crown con un chispazo de whisky?
No tengo ni idea de qué es eso ni de dónde lo pudo adquirir, pero contesto: afirmativo.


Este relato fue publicado por primera vez en:


La ilustración pertenece a Daniel Camargo.

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